Aquellas esquinas maracuchas

Foto Oswaldo Vizcaíno

Todavía me cuesta entender lo acostumbrados que estábamos a vivir permanentemente con treinta y ocho grados de calor, y una humedad que nos empapaba la ropa, nos aletargaba, y cocía el entendimiento. 

Eran casi las cinco de la tarde y el calor aún apretaba como si fuera mediodía. A pesar de la sombra del gran árbol de mangos, los dos cocoteros, el tamarindo y la espigada mata de nísperos, el viento que soplaba en el patio de la casa parecía venir del mismo infierno. 

Todas las tardes mis hermanos y yo, con cuadernos y libros desplegados en la mesa del patio y a punto de quedarnos dormidos, luchábamos para hacer las tareas mientras la abuela nos vigilaba, tejiendo mantelitos y escuchando la radio novela.  

Pero no era hasta que salían los comerciales que Tota se acordaba de nuestra existencia. De un respingo regresaba a su realidad de vigilante y dejaba a un lado mantelito y aguja. Entonces se levantaba tomando la ramita recién cortada del tamarindo, arma que servía de amenaza para los que no habían adelantado tarea, e iniciaba el repetido recorrido alrededor de la mesa.

Todos de inmediato tomábamos actitud de concentrados, mientras ella ramita en mano, chequeaba cuadernos y rostros, borrones y flojeras; hasta que la música cursi anunciaba de nuevo el reinicio de la novela. 

Realmente lo más importante no era que las tareas se cumplieran en su totalidad, sino que al terminar la aventura sonora, cuadernos y libros se cerraran para que la abuela sentenciara el final de la jornada.

Nosotros de un salto recogíamos todo y ella salía disparada a arreglarse, para ir a la esquina a conversar con sus amigas.

Foto Oswaldo Vizcaíno

¡NOS VEMOS EN LA ESQUINA!

Entre los tantos recuerdos queridos de mi infancia, sobresalen en grande estas esquinas de la urbanización donde crecí en Maracaibo, mi ciudad natal.

Luego de terminada la jornada del día, la gente acostumbraba juntarse con sus pares para tomar el frescor de la tarde, conversar, o conseguir el amor según la edad, sexo e intereses. 

Estas esquinas eran tremendamente importantes para socializar e ineludibles principalmente para aquellos que, decidían tarde saltar la brecha de la timidez y la reclusión en casa. 

En ocasiones también funcionaban como clínicas emocionales donde se compartían dramas e inquietudes, sueños y desilusiones; estas últimas por lo regular cargadas de asombro y desconsuelo. 

Pero también eran lugares estratégicos para el rastreo de los últimos sucesos y chismes; y con tan poco qué hacer y mucho que decir, los esperados encuentros se llenaban de anécdotas que hacían traslucido aquel universo maravilloso.

La esquina de las madres siempre era ruidosa. Mientras los niños revoloteaban inquietos, ellas conversaban libres de sus maridos y del trabajo doméstico.

A veces a alguna distraída y con reprimida sonrisa quedaba con la mirada perdida en un punto lejano. Hasta que de golpe un grito infantil la regresaba a la realidad, y entre suspiros y manotazos se aprontaba a atender al pequeño.

Cerca a esta y desde donde pudieran verlos estaba la esquina de los adolescentes. Eran dos grupos separados por género, donde sonrientes chiquillas y pícaros jovencitos se miraban de lejos mientras jugaban y hurgaban en temas prohibidos.

Ya entrada la noche se reunía la alborotada esquina mixta de jóvenes mayores que, bañados en perfumes y acompañados de música de los 80, se estrenaban en los primeros pasos hacia el romance y la desilusión. 

Para ellos algún cumpleaños o celebración era siempre buena excusa para quedar en alguna de las casas, viernes o sábado, y bailar toda la noche.

Pero también estaban las esquinas oscuras, esas que por precaución nos hacían cambiar de acera al pasar. Normalmente juntaban muchachos desocupados y tristes, volcados en los espinosos recovecos de las drogas y las fechorías.

Estas eran duramente criticadas por la esquina de las viejas. Esas que hacían rosarios en las casas cuando alguien moría, y los domingos jugaban al bingo después de misa. Había de todo. 

Una de las esquinas mas escandalosa era la que armaban los fines de semanas, los hombres y padres de familia. Estas duraban todo el día amenizada con tobos llenos de cervezas, juegos de dominó, y una radio con gaitas a todo dar, coreadas por los presentes. 

Según se hacía mas intensa la borrachera, estas gaitas pasaban de alegres a melancólicas, y la fiesta terminaba normalmente con ellos arrastrados por sus esposas, despidiéndose abrazados y llorando.

Por esos y muchos otros maravillosos recuerdos, hoy quiero honrar el espíritu de esos puntos de encuentro ya desaparecidos para mí, sobretodo la riqueza de lo que fueron. El más importante sitio de reunión para conocerse, entretenerse, y reflexionar. El mejor espacio para contar historias.

                                                            

Foto Maria Eugenia Muñoz

10 respuestas a “Aquellas esquinas maracuchas”

  1. Bravo Mana, !Cuánto te Amo mi Maracaibo Florido!

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    1. Maracaibo y el calor de su gente maravillosa!!

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  2. Vivencias, exquisitas, memoria de un tiempo amado en la tierra del sol amada. Gracias comadre🙏🏻

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    1. Así es!!! Gracias comadre!!

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  3. Avatar de scarletsalazar4e1b418c27
    scarletsalazar4e1b418c27

    Disfrute mucho leer tu escrito Marianela, imposible no relacionarlo con la infancia de cada uno de tus lectores. Orgullosa de tenerte y leerte. Por favor no pares de escribir.

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    1. Gracias mil scarlet!!! Emocionada con tus palabras. Cariños!!

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  4. Entre lágrimas y sonrisas evoco cada una de esas palabras, que me hacen remontar a aquellos hermosos tiempos, que aunque sofocados de calor colmaban de amistad y fraternidad sincera cada instante, cada juego, y hasta cada pintada con esa odiosa ramita conocida también como ‘fuetecito»😂, porque aunque fue doloroso sentirlo, también estuvo lleno de mucho amor y enseñanzas. Gracias, gracias y miles por este hermoso recuerdo.🥰😘❤️🌹

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    1. Gracias a ti por tus hermosas palabras!! Días maravillosos aquellos🥰

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  5. En Cumbres ese lugar era el parque, no ese que hay ahora, si no el viejo, el de caminitos de piedra, el que tenía bancos de madera pintados de verde, anaranjado, rojo,… Si los árboles que aun sobreviven de aquella época hablaran 🤣🤣

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    1. Saldria espantado un gentío🤣🤣🤣

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