Huele a fantasmas

Tanto mundo ha recorrido, tantos brazos lo han cargado, riendo y suspirando tantos lo miraron, que ya el baúl de pepa no es de nadie, es de la historia. 

La leyenda de nuestro cofre se remonta a tiempos que no conocemos. Tampoco se sabe cuándo llegó a la familia, lo que se dice es que a finales del siglo diecinueve los antecesores de mi bisabuela, Petronila Corzo, viajaron de Trinidad a Venezuela cargando en su pesado baúl de roble, más ilusiones que posesiones.  

También llamado arcón o arca, es tan antíguo que se han descubierto en tumbas del antiguo Egipto. 

Antes de los escaparates y armarios, los baúles eran utilizados para guardar ropa, efectos personales, y las pertenencias más preciadas. Algunos eran muy elegantes, decorados por los cuatros costados y con cerraduras de cobre y bronce, que definían según la complejidad del diseño, la clase social del propietario. Cuando la clase alta iba de viaje llevaban varios baúles ajustados con correas de cuero y mucho personal que lidiara con el peso

El nuestro es de pobres – decía implacable mi abuela Tota, quién lo heredó directamente de su madre. Yo que me apoderé de él saltando el orden y derecho de la mía, disfrutaba mucho de niña revisarlo en detalle. Cuando alguna tarde a Tota le entraba la melancolía, me llamaba a «jurungar» con ella los recuerdos guardados en el baúl de su madre.

Pasábamos horas tratando de descifrar las descoloridas estampitas de la tapa, soldadas y deshechas por el tiempo. Y registrando las desusadas carteras repletas de recortes de periódicos desbaratados y retratos de principios de siglo, y otros agregados por ella bastante menos viejos.

En ellos se veía mezclar familiares y allegados de todas las clases. Unos con elegantes trajes y otros casi ruinosos, posaban formales frente a paisajes ilustrados o apoyados en bonitas sillas de mimbre.  Al principio esos rostros, algo tristes y velados me estremecían. Yacían muertos desde hacía mucho tiempo pero su mirada penetrante me impactaban con tal fuerza, que muchas veces me pareció ver que, en ese mundo sepiado y plano, se movían. Entonces con los vellos del cuello erizados por el terror, volteaba la fotografía con la cara hacia abajo y la regresaba a la cartera para correr volando a lavarme las manos.

Después de tanto tiempo escuchando sus historias, esos personajes se hicieron tan familiares para mí que llegue a reconocerlos y hasta a quererlos. Inclusive cuando ya cerrando el baúl, se escuchaba escapar un apagado lamento.

Ya con mas de ciento veinte años este, mi baúl heredado, sigue vivo. Ha deambulado invisible entre las casas que hemos cruzado repleto de fantasmas, cargando viejas crónicas remendadas, donde misteriosas sombras cantan a las velas secas, amuletos mágicos y cartas olvidadas.

Es un cajón mediano y rectangular de madera perfectamente cortado y liso, con un hoyo al frente que debió albergar una cerradura en algún momento, y que groseramente, rompe el pulcro equilibrio de su diseño. Dentro, y sobre el borde superior, lleva incrustada una repisa tallada con acabado redondeado y perfecto, espacio finamente elaborado imagino destinado a posesiones selectas.  

Ya las flores marchitas se han vuelto polvo y exhala un aroma antiguo lleno de lágrimas amargas. También se oye de vez en cuando alguna risa qué esconde desamores, desvelos, ilusiones extintas. Huele a fantasmas, a cenizas, a dioses improvisados, a estrellas de siglos pasados.  

Asumida desde hace tiempo la oficialidad de mi herencia, elegí no agregarle mi vida ni mis versos. Creo que es mejor atesorarlo tal como lo conocí, rozado por las afables manos de la abuela e impregnado de las mujeres de la familia, que guardaron en él sus ajuares, sueños y fantasías. 

Tradición de otros tiempos, ahora cortada por el minimalismo de lo esencial y sin heredera interesada en su reclamo, es posible que termine en un bazar atrapado en los brazos de algún peregrino coleccionista de antigüedades. 

Ahora casi invisible en un rincón de la casa, sigue el baúl de Pepa mas humilde que nunca, parco, yerto, silencioso, muerto de miedo de que lo olviden del todo; protegiendo celoso, su contenido maravilloso.

11 respuestas a “Huele a fantasmas”

  1. Que bello y misterioso!
    Ojala que el mininalismo de lo esencial en que vivimos, trajera tantos sentimientos y recuerdos..

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    1. Ojalá mi querida Marina🌺

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    2. Avatar de Ninoska Di Ferdinando
      Ninoska Di Ferdinando

      Mari, que bonito y misterioso tu relato, eso de que te miren directo a los ojos unos ojos brillantes… expeluca! y se procede a voltear la fotico! te quiero, gracias por compartirlo, Dios te Bendice

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      1. Gracias!!!! Que bueno que lo disfrutaste🥰

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  2. Avatar de Militza Lucena Gonzalez
    Militza Lucena Gonzalez

    Hola buen día niña maná, jejeje,, es bonito ese recuerdo, que no es el de usted mi querida hermanaza, son los recuerdos de quien lo tanto atesoro su época vivida, y ya este tiempo es del futuro en decadencia e incierto, mal puede guardar tus vivida vida plegada de emociones encontradas y bien vivida, el Baúl, en casi todo las familias venezolanas y no venezolanas constituye el maletín de guardar los cortos de los tratara, bistatara , bisabuelos, abuelos y no muy lejos de .muchas mamá que lo atesoran y siguen guardando objetos muy preciado de la familia, así como morocotas, documentos de herencia de propiedades, entre otros, libros , vajillas de mesa vestuarios en fin, es tú Baúl, y no guarda tus fantasmas por que ya no existen, vida presente es vida, y mientras vivamos no seremos fantasmas, es hermoso tener el Baúl de la abuela y sea quien lo tenga seguirá en la familia, y si de ser posible puede está amiga tuya guardar con atesorado recuerdo ese el Baúl de la abuela Tota, para que no quede en ningun bazar compareció de baratija para que más nunca se pueda saber de esta controvertida herencia trasmitida de mujeres a mujeres, sea pues está mi proposición para guardar y atesorar esos tus recuerdos de tu familia, aquí en la cuna de la Zulianidad donde de seguro llegó desde Trinidad en algún barco a puerto zulianos. Sea pues, este tesoro admirado en algún momento cuando Tota lo veía sentada en los muebles de la sala y un día le pregunté, cuántos años tiene ese Baúl y me dice ya no me acuerdo era de mi bisabuela, jejeje, un abrazo y bendiciones Manita, el relato de hoy me encantó, saludos a mamá Gladys. Tqm

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  3. Oh sí, fuertemente lo recuerdo y hasta el sitio en donde solía reposar, y confieso que más de una vez lo utilice cómo una especie de tramo para poder alcanzar algo 😁🤭… Cuántos bonitos recuerdos y no sabía si verdadero origen, ha sido maravilloso haber compartido unos momentos con ese cofre mágico, lleno de leyendas y fantasmas familiares. Gracias por compartir, un gran abrazo 🤗😘

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    1. Gracias, feliz de alborotar los recuerdos🌸

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  4. Avatar de Oswaldo vizcaino
    Oswaldo vizcaino

    Impresionante mana también lo recuerdo desde la fundación Mendoza a pesar de ser tan pequeño incluso puedo percibir el olor de tota cada sábado que se iba a cabimas a jugar bingo con su manta estanpada gris y negra….. tus palabras hace que retrocedemos en el tiempo……

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    1. Tan bello mi hermano querido!!! Gracias por estar acá🥰

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  5. Que lindo mi querida Mary todos guardamos ese baúl de la abuela en el corazón.

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