Blog de Marianela Aguilera

Cuando aquella tarde las dos amigas se reencontraron después de diez años de silencio, sus almas arrepentidas por el tiempo perdido, se lanzaron a correr parloteando por todos los años acumulados de cuentos sin compartir, y rieron a carcajadas hasta las lágrimas, comiendo torta tres leches sin ningún pudor. Fue un festejo en grande, tanto como la espera. Ese día el reloj no les importó. El silencio había sido mucho, pero solo bastó un tímido timbrazo de reconocimiento para que los lazos se tejieran de nuevo, mas fuertes y vivos que nunca.

A partir de ese momento cualquier excusa fue buena para juntarnos y pasar horas compartiendo alegrías y desdichas, echarnos las cartas y tomarnos unos vinos mientras el humo del incienso perfumaba el lugar. 

Cuando Estrella me contó la particular situación de su hijo en España, me dio por garabatear un poco los acontecimientos y le propuse juntarnos para contar con parte de su relato, una historia aderezada de magia de luciérnagas que tal vez algún día llevaríamos al cine.

Y así empezó la mas bella aventura que duró un poco más de un año, trajinando entre hojas de papel en las casas o en algún café. Pero como sabíamos que el mejor lugar para volcar horas y palabras era la playa, nos escapábamos de vez en cuando a Caraballeda, y con el sol quemándonos la espalda luego del refrescante chapuzón de mar, la ficción bailaba maravillosa al ritmo de las olas y el cantar de las gaviotas. Embelesadas entonces entre luciérnagas y poesía, hablábamos sin descanso hasta que el naranja profundo de la tarde se disolvía en el azul estrellado de la costa.

Con historias parecidas el destino las tanteó, y septiembre les dio como regalo la misma fecha de cumpleaños. ¿Seremos hermanas de vidas pasadas? – decían – ¿Ahora felizmente reencontradas? ¡Qué alegría! Y con la excusa de ser merecedoras de sus destinos, llenaron bolsos con lápices y sueños. Hechizadas por la brisa del mar, el tarot y el vino, escribieron una historia mágica brotada del pecho, bañada de sangre y alma, y se invitaron a repetir la hazaña hasta llenarse de canas. 

Pero como una puñalada del destino el 27 de febrero de 2021 un grito doloroso rompió la madrugada. Me despertó cortando el sueño y volcando ilusiones, entendí que tal vez la pandemia, pesadilla presagiada, insaciable pasaba cerca. Y así fue, un mensaje confirmó la terrible noticia. Se oyó una música de protesta lejana.

La oscuridad pasó sofocando la palabra sabia y la poesía. Apagó también el incienso y la vela clara, el ágil movimiento de las manos en la arcilla, y las tantas ganas. Hoy solo la silla vacía se une a mis hojas blancas y el lápiz baila al son del silencio.

Estrella, canto a tus mas bellos recuerdos, a tu alegría y sonrisa grande que saludaban sabroso. A tú frenesí contagioso que invitaba al contento, y a tu siempre abrazo fraterno.

Hoy solo puedo imaginarte feliz con el cabello suelto lleno de flores, dando saltos por maravillosos mundos luminosos, esos que tanto evocabas con incienso y cartas de tarot.

Te imagino abrazada a tus amores que partieron antes, y embriagada de ternura por tan divino reencuentro, le contarás en detalle de lo que fue tu vida y tus tres hijos, como los llamabas, tus tres bellos soles.

Ahora en las noches de luna llena mientras los poetas apasionados escriben, dicen que se escuchan canciones de amor, y es que vestida de luz y muy cerca de la luna, una estrella nueva baila alegre esparciendo colores, mientras las otras extrañadas se preguntan… -¿Porque va rodeada de luciérnagas? – ¿Por qué va riendo a carcajadas?

Los seres maravillosos también son mortales. Agradecida por siempre al universo de haberte conocido y guardarte en mi corazón.